Avanti Popolo (Michael Wahrmann)

Avanti Popolo comienza con el plano de una calle cualquiera de Sao Paulo a oscuras, donde vemos un par de coches aparcados y los acordes de una emisora musical de radio, que se dedica a pasar canciones míticas de Brasil y otros países del continente. “¿De donde provendrá el sonido?”, se preguntará el espectador. Pronto veremos que en realidad el tiro de cámara estaba situado en la luna delantera del coche, por lo que lo que estábamos viendo era lo mismo que veía uno de los personajes protagonistas, un padre que quiere encontrar a su hijo desaparecido desde hace tiempo. La pregunta queda así respondida al ver cómo el tipo arranca el coche y nos invita a dar una vuelta por las calles de la ciudad brasileña hasta que finalmente se topa con otro individuo, que resultará ser su hijo André. Pero ya hemos asistido a la principal característica de esta cinta que firma el uruguayo-israelí Michael Wahrmann: no nos va a ofrecer nada mascado, tenemos que adentrarnos en la película y buscar nosotros mismos su significado.

André intenta reconstruir la historia de su padre a través de cintas de Super 8 que pertenecieron a su hermano durante la dictadura de los 70. La película alterna vagas conversaciones entre hijo y padre, con algún momento de éste y su perra Ballena o del propio André con diferentes individuos junto con esos recuerdos en forma de found footage que ofrecen las cintas. El objetivo de Wahrmann parece ser el de aproximarnos a las consecuencias que para el país del carnaval ocasionaron esos largos años bajo el régimen militar, secuelas que hoy todavía no han terminado de cicatrizar (cosa que conocemos bien aquí en España), con un relato a caballo entre la ficción y lo documental, como bien demuestran esos cortes de vídeo que pueblan bastantes minutos de los 72 que conforman el metraje total de la película.

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Wahrmann no esconde en ningún momento lo que quiere que sea Avanti Popolo. Busca un espectador activo, con cierto bagaje cinematográfico y que no desista ante la falta de respuestas, que resista hasta el final de la obra para entender por completo el significado de ésta. El director persigue un estilo que ya observamos en Avós (Grandmothers; en castellano, abuelas), cortometraje rodado en Super 8 y que ya exploraba temas autobiográficos relacionados con la familia y la historia del país brasileño. Un trabajo que llevó a la Berlinale de 2010 y que fue el punto de partida de su primer largometraje, que como decimos supone un paso más a la hora de edificar una manera de hacer cine muy personal. Clave aquí son los escenarios en los que se ruedan tanto el cortometraje como esta ópera prima en el largo y que reflejan la evolución que todavía le resta a Brasil en lo que se refiere a las clases alejadas de la abundancia económica y ostentación material.

No hay que negar que cuesta cogerle el ritmo a la película. En muchos momentos, el espectador puede sentir que está algo lejos de los senderos por los que discurre la obra, una distancia inversamente proporcional a la experiencia que aquel tenga en el séptimo arte. Pero, pese a lo que pueda aparentar, sería erróneo decir que Avanti Popolo es lenta o plomiza. Wahrmann es hábil para introducir puntualmente conversaciones y momentos algo más ágiles entre otros de carácter más existencial. Personalmente, debo ensalzar esa escena del taxista que acumula CD’s con los himnos nacionales de todos los países y que deleita a su cliente André con varios de ellos (el de Uruguay es un claro auto-guiño del director) o esa especie de parodia con tintes reales que se realiza sobre el movimiento Dogma.

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Por tanto, Avanti Popolo se constituye como una película muy autoral, dirigida a un sector concreto de cinéfilos y que fuera de su target resultará difícil de comprender en toda su esencia. Sin embargo, quien se acerque a ella es probable que no salga insatisfecho más que por, quizá, echar en falta algunos minutos extra que ayuden a redondear la historia. Wahrmann elabora un interesante ejercicio fílmico-histórico, con mayor mérito ya que aparenta ser brasileño sin ser originario de allí (nació en Uruguay, vivió en Israel y hasta 2004 no se estableció en Sao Paulo), un trasfondo que, en cualquier caso, sólo los conocedores de la historia del país podrán juzgar en su plenitud. Cinematográficamente hablando, empero, seguro que resulta interesante.

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