12 años de esclavitud (Steve McQueen)

12 años de esclavitud

12 años de esclavitud viene a situarse como la más lograda de esta serie de películas acerca de la lucha en contra de la discriminación negra que está teniendo lugar en nuestros días. Hasta ahora y dentro de este campo, hemos podido disfrutar de un estudio histórico situado en territorio político por parte de Steven Spielberg con su interesante Lincoln; de una revisión sobre el género western desde un crítico y atípico punto de vista gracias a la (exageradamente sobrevalorada) Django Desencadenado de Quentin Tarantino; y también de un rápido repaso histórico de hechos relativamente recientes en la política norteamericana con la algo desinflada El mayordomo de Lee Daniels. Lo que ahora tenemos (y con previsiones de continuar la serie con la todavía no estrenada Mandela, del mito al hombre) es un testimonio directo de las espeluznantes experiencias que vivieron los afroamericanos durante el oscuro período de la esclavitud, una reproducción magníficamente orquestada no tanto de una época como de las vivencias de cierto colectivo social en su momento brutalmente maltratado.

Film Review 12 Years a Slave

Salta a la vista que el director afroamericano no está interesado en filmar una película de buenos y malos. Para el, como declaró en la revista Dirigido por… (y como ya demostró en sus dos anteriores trabajos), sus personajes son sencillamente personas; más allá del color de su piel y de su condición social. Su objetivo, como siempre, es indagar en las emociones que experimentan dichos personajes, explorar sus sentimientos y plasmar minuciosamente las experiencias que estos viven. Y para lograrlo, Steve McQueen los sigue muy de cerca, como si tratara de traspasar el significado literal de lo que vemos para penetrar en su estado emocional. Así, con mucha delicadeza y mediante un acertado contraste entre planos generales descriptivos y primeros planos introspectivos, el director de Shame logra una perfecta conexión entre espectador y protagonistas, haciendo nacer entre ellos una complicidad indescriptible y siendo capaz de plasmar en la pantalla conceptos tan abstractos como son las emociones y los sentimientos.

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12 años de esclavitud logra llegar a nosotros mediante el apartado sensorial, pasando por alto los (inevitables) juicios que previsiblemente hará el espectador sobre las injusticias que este contempla para conectar con él a través de las emociones, evocadas mediante secuencias que más que mostrar transmiten, más que sentenciar sugieren. Tenemos, por ejemplo, la fría secuencia en que contemplamos por primera vez a los esclavos trabajando sin descanso con el acompañamiento de la canción racista sobreexpuesta en las imágenes, cantada por el personaje interpretado por Paul Dano para “darles la bienvenida”; o la igualmente eficaz escena en que vemos cómo Solomon Northup camina con dificultad de puntillas y sin avanzar por encima del barro, éste sujetado por una cuerda atada a su cuello, acompañado por el inquietante sonido de sus pies pisando fango, tratando en vano de encontrar un soporte que le permita estarse quieto. Secuencias que, en definitiva, dan por supuesto nuestro posicionamiento y se centran en hacernos conectar con los personajes más que en despertar nuestra rabia o indignación (cosa que, indirectamente, también consiguen).

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Con todo, 12 años de esclavitud se presenta no solo como la mejor película de la mencionada serie sobre la discriminación negra, sino también como una de las propuestas cinematográficas más interesantes del año; destinada, como incontables veces se ha dicho, a ser la favorita de los Oscar 2014 y a convertirse en uno de esos clásicos indiscutibles como hoy en día son El padrino, La lista de Schinler o la todavía algo reciente El pianista. Porque Steve McQueen logra todo lo mencionado mediante la apertura de nuevos caminos en la narrativa cinematográfica, innovando en el lenguaje visual de este séptimo arte todavía hoy algo puesto en duda y defendiendo su condición artística como pocos directores lo consiguen. 12 años de esclavitud es, en definitiva, una prueba más de la actual reforma que está viviendo el cine para todos los públicos que recupera este posicionamiento nada infantil que en sus mejores momentos nos ha dado el cine y que sitúa a Steve McQueen como uno de los importantes directores del Nuevo Cine del Siglo XXI.

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